¡Hola, TRIBU!
Con el estómago revuelto estoy… ¡Basta ya!
No necesito que me lleven ni me cuiden; necesito igualdad real
Soy una persona libre, empoderada y sin filtros, que decide por sí misma dónde ir, con quién y cómo disfrutar su sexualidad.
Acabo de ver un discurso de un local “liberal” que me dejó con el estómago revuelto: puro paternalismo disfrazado de progresismo. Quiero desmontarlo desde mi perspectiva, defendiendo espacios verdaderamente open-minded, donde las personas no somos “protegidas” como princesitas, sino respetadas como iguales.
Espacios donde el consentimiento es rey, la diversidad es norma y nadie asume que necesito un chaperone para explorar mi placer.
Vamos punto por punto, porque esto no es solo rancio: es un recordatorio de por qué aún luchamos contra la doble moral patriarcal que celebra a los hombres en prostíbulos o masajes con final feliz, pero nos critica a nosotras por hacer lo que nos da la gana, cuando nos da la gana.
¡Basta ya!
Primero, ese tono paternalista que me trata como si fuera una damisela vulnerable:
“Vas a estar mucho más protegida y cuidada aquí.” ¿En serio? No necesito “vigilantes” ni “personal” que me cuide como a una niña. En espacios open-minded de verdad —piensen en clubes kink éticos, eventos poliamorosos o comunidades queer inclusivas—, la seguridad viene de la cultura colectiva: tod@s educad@s en consentimiento afirmativo, donde mis límites son sagrados porque yo los defino, no porque un local lo decida.
No voy a un local porque me “protejan” de los “pesados”; voy porque soy dueña de mi cuerpo y mi noche. ¿Por qué los hombres pueden entrar solos a un burdel sin que nadie les ofrezca “cuidado especial”, pero a nosotras nos venden esto como un favor? Es la misma sociedad que nos infantiliza mientras glorifica la “virilidad” exploradora de ellos.
Segundo, normalizar el acoso en bares o discotecas “habituales” como si fuera inevitable:
“Allí te agobian más, con pesados a cada rato.” Esto no es un mérito del local; es admitir que el patriarcado está en todas partes y usarlo como marketing.
En entornos modernos y abiertos, no comparamos con lo peor: exigimos que TOD@S los espacios sean seguros por defecto. ¿Por qué aceptamos que el acoso sea “normal” fuera, pero en un club “liberal” sea la excepción? Defiendo lugares donde el respeto es la base, no una feature premium.
Y ojo con las intersecciones: como persona, quizás queer o racializada, no asumo que soy la “única” sol@ cishetero. La diversidad es clave —espacios que incluyan trans, no binarios, todo el espectro—, sin asumir vulnerabilidades basadas en género. Mientras, la sociedad aplaude a hombres que pagan por sexo en salones de masaje, pero si yo elijo un encuentro casual o un club swinger, soy “imprudente”. ¿Doble estándar? Absolutamente.
Tercero, el mito de la “sutileza” y el control sobre cómo visto o me expreso:
“Puedes venir sexy, no te mirarán de arriba abajo ni insinuarán nada, todo es muy sutil.” ¡Qué condescendiente! Implica que en otros lados, mi ropa invita al acoso, lo cual es puro victim-blaming.
Yo me visto sexy porque me empodera, no porque pida permiso. En espacios open-minded reales, el “sexy” es celebración personal, no un riesgo que el local “maneja” con expulsiones. El foco está en comunicación abierta: “¿Estás cómod@? ¿Quieres esto?” No en “sutilezas” que dependen de interpretaciones ajenas. ¿Por qué los hombres van a prostíbulos luciendo como quieran sin que nadie les diga “no te agobiarán por ello”, pero nosotras tenemos que agradecer que un club nos “permita” ser nosotr@s mism@s? Es control patriarcal envuelto en liberalismo falso.
Cuarto, la total falta de énfasis en consentimiento afirmativo y diversidad: solo hablan de “explicar normas” y “enseñar el local”, como si fuéramos novat@s que necesitan guía. ¿Dónde están los talleres sobre consentimiento entusiasta, inclusión queer o prevención de coerción? En 2025, los espacios progresistas priorizan educación sexual positiva, negociación constante y accesibilidad para tod@s l@s cuerp@s e identidades.
No se trata de “expulsar al que traspasa barreras”; se trata de crear comunidades donde las barreras se respeten porque tod@s estamos educad@s, no vigilad@s. Mientras la sociedad ve normal que hombres busquen “finales felices” sin cuestionar su consentimiento (o el de las trabajadoras), nos critica por reclamar placer autónomo. ¡Hipocresía total!
En conclusión, ese discurso no es liberal: es marketing patriarcal que vende “seguridad” como si las personas no pudiéramos manejarnos solas.
Defiendo espacios open-minded donde entrar sol@ ni se plantea como “problema”: es lo normal, porque somos agentes de nuestro deseo, igual que los hombres. ¿Por qué ell@s pueden explorar sin juicios, de prostíbulo en prostíbulo, pero nosotras somos “arriesgad@s” por elegir un club o una app?
Es hora de deconstruir eso: no necesito que me lleven ni me cuiden; necesito igualdad real, donde mi libertad sexual sea celebrada, no “protegida”.
Si estás en esto, únete a comunidades éticas que lo viven de verdad. ¡Empodérate, explora y no dejes que te vendan cuentos! 💪✨
